¿Cuántas veces el camino ante nosotros se ha fragmentado en
varias alternativas? ¿Cuántas veces lo volverá a hacer? No lo sé. Simplemente sé
que cuando nos vemos obligados a elegir un sinfín de pensamientos nos dan
vueltas. Evaluamos las posibilidades. ¿Qué es mejor? ¿Qué pasaría si…?
Si bien podemos dejar que los demás decidan por nosotros y
simplemente dejarnos llevar por quien suponemos sabe más que nosotros, no nos
asegura llegar al mejor puerto. Somos todos diferentes. Es más fácil delegar
las responsabilidades, no hacernos cargo de nosotros mismos. Pero por más que
escapemos siempre seremos alcanzados, por nosotros mismos, pasándonos factura
de todo lo que debimos haber hecho y no concluimos, todos los caminos
esquivados, buscando la vía rápida. Solo nosotros seremos victimas de lo que
elijamos, cargando el peso de los que fueron afectados.
Elegir es difícil, pero hay que hacerlo. No podemos vivir
frente a dos posibilidades, el camino tiene que seguir. La vida es una ruta de
un solo sentido y nosotros el vehículo que la recorre sin parar por ninguna
razón.
Por más que el camino se divida en millones de variantes.
Por mas diferentes e incierto que sean. Solo una cosa es segura, ninguno de
ellos tiene retorno, ninguno vuelve para atrás. Podremos salirnos de ellos,
seguramente, pero no recuperaremos el tiempo invertidos en ellos.